13.
The Cockroach that Ran for Its Life
About five years ago, I ran into a huge
cockroach in the bathroom. This new house of mine
doesn't have a lot of them, but every now and then
you see one or two, and I'm telling you they are
absolutely enormous. I always joke that they look
like majestic elk posing in a hallway or atop a
table. This time of course, as usual, I grabbed the
closest weapon (on this occasion a toilet brush) and
embarked on an all-out effort to kill the offending
bug, but it turned out to be no easy task.
The cockroach ran for its
life as I chased after it like a hound from hell.
When I tried to swat him the first time, I missed
and the insect fled to find refuge in a corner the
brush couldn't reach. He stayed there for a couple
of seconds, and then, suddenly, he hurled himself
through the open door of the cabinet under the sink.
I pursued him doggedly and I tried repeatedly to
squash him, but the animal was too fast and too
committed to its one and only desperate goal: to
escape the attacking monster at all costs and
continue living.
It was then that I had an
epiphany of sorts and I said: "All right already! If
you care so much about life, who am I to stand in
your way?"
And I let him go.
Since then I haven't killed a single cockroach
although I've trapped and relocated a few.
Everybody knows that killing a spider is an unholy
act. Yet fewer people have had the epiphany that I
have had with regard to cockroaches.
FROM The Mysterious Nights of Yesteryear.
One night my father and I also walked on a pier
where I saw a group of some forty cockroaches eating
something. I stomped on them squashing them all and
immediately I had feelings of remorse over what I
had done.
“They were buddies and I killed them for no
reason at all!”
I was inconsolable.
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13. La cucaracha que corrió por su vida
Hace como cinco años me topé con una cucaracha enorme
en el baño. Esta casa nueva no tiene muchas, pero de
vez en cuando las veo y le digo a Ud. que son
absolutamente gigantescas. Siempre bromeo que se
parecen a alces majestuosos que posan en un pasillo o
encima de una mesa. Por supuesto, en aquel día, como
de costumbre, yo agarré el arma más cerca (en esa
ocasión un cepillo para inodoro) y empecé un esfuerzo
total para matar al insecto ofensivo. No resultó ser
tarea fácil.
La cucaracha corrió para
salvar su vida y yo la seguía como un sabueso del
infierno. Erré al intentar batearla la primera vez y
el bicho huyó para encontrar refugio en un rincón
fuera del alcance del cepillo. Se mantuvo allí un par
de segundos y luego, de súbito, se lanzó por la puerta
abierta del armario debajo del lavabo. Yo lo perseguí
tenazmente. Traté de aplastarlo repetidas veces pero
el animal era demasiado veloz. Estaba totalmente
involucrado en una sola desesperada meta: escapar a
toda costa de este horrible monstruo para continuar
viviendo.
Fue entonces cuando yo tuve una especie de epifanía y
dije:
—¡De acuerdo! Si te importa tanto la vida,
¿quién soy yo para interponerme en tu camino?
Y lo dejé escapar.
Desde entonces no he matado una sola
cucaracha, aunque he atrapado y reubicado a varias.
Todo el mundo sabe que matar a una araña es un hecho
impuro. Hay menas personas que han tenido la epifanía
que tuve en cuanto a las cucarachas.
FROM
Las misteriosas noches de antaño.
Una noche también mi padre y yo
andábamos por un muelle donde vi un grupo de unas
cuarenta cucarachas comiendo algo. Yo las pisé
aplastando todas y casi de inmediato tuve
remordimientos terribles por lo que había hecho.
—¡Ellos eran amigos y yo los asesiné sin razón
alguna!
Yo estaba inconsolable.
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